jueves, 17 de junio de 2010

"Para un niño, jugar es la cosa más seria del mundo".


"Para un niño, jugar es la cosa más seria del mundo".
(Batllori, 1993)





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Maestros en formación

Grupo: La influencia de la lúdica el arte y el juego en los procesos de aprendizaje

Sin duda alguna una de las etapas más importantes del desarrollo humano es la infancia, periodo en el cual tanto hombres como mujeres, adquieren la destreza necesaria para su proceso de formación integral, utilizando como herramienta fundamental para alcanzar este objetivo innato de la raza humana, el juego; en algunas ocasiones los adultos pretendemos menospreciar esta herramienta natural del infante, interpretándola como una simple evasión de la realidad, y ajenos a lo que acontece en su alrededor, pero Martínez criado (1998) escribe que jugar también a menudo conlleva pana o sufrimiento, así, Vygostki (1989) considera inadecuado que el juego pueda definirse como una actividad placentera por dos razones: una, porque existen otras experiencias que proporcionan al niño mayor placer y otra, es que existen juegos que en sí mismos no son placenteros, sino que dependen del resultado.

Sánchez Blanco (1998) y Martínez Criado (1998) nos indican, como el niño/a pone una gran seriedad sobre todas estas acciones de sus juegos, máxime si están involucrados los otros, así: "no es cierto que jugar no sea una actividad seria. Lo es tanto en un sentido inmediato como en sus consecuencias futuras" (Martínez Criado, 1998, p. 47); siendo un error interpretar que todo lo que hace el niño o la niña le produce placer y disfrute, porque estas acciones le sirven para reelaborar un sin fin de experiencias cotidianas que en absoluto le resultan agradables y que por el contrario, conllevan vivencias muy displacenteras. El juego no es una actividad rutinizada que enseñamos estandarizadamente a los niños y niñas en el seno del aula, "el juego es la vida misma para las niñas y niños en cuanto hay un componente de disfrute y displacer que lo acompaña e involucra a los otros y otras" (Sánchez Blanco, 1998, p.304). Ante esta postura, otros autores como Huizinga (1998, p.59) difieren, y a pesar de considerar que el juego puede ser una actividad seria, afirman que el niño que juega, sabe que juega, y lo hace por gusto y recreo, por lo que la actividad sigue manteniendo el carácter lúdico.

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